Quisiera que mi voz, investida de frontera

muriese por ti,

como el amanecer sin aliento

dentro de ti,

enamorado de tus alisios y jóvenes labios.

Pero he decapitado tantas veces

mi rostro en el espejo,

que no me queda vida en la garganta

para cantarte,

para soñarte el viento azul de mis poemas.

Llevo puesta la armadura agónica de los suicidas,

como un caparazón de lágrimas indestructibles

forjado en la fragua de los amores muertos,

asesinados por el boca a boca de estos versos.

Hemos perpetrado tantas soledades

compañeras de la tormenta,

tantos dolores escritos

en los contornos de la esperanza,

tantos días consumidos por la no existencia,

que serán inservibles

los sonidos de nuestros nombres

para traer del exilio al nuevo día.

Quisiera morir con mi voz

en la selva de tus árboles desnudos,

donde el silencio pertenece al olvido,

y pasarán los inviernos sin hacerme daño

a años luz de tus venas transparentes,

donde el tiempo no tiene prisa

para recoger las cenizas de mi origen,

la hemorragia de mi palabra enamorada.

Aquí estoy, plantado en la vida

como un árbol invisible y otoñal,

sin chitos que florezcan en mis manos,

con las ramas libres de atuendos

con los que engañar a la libertad.

Aquí estoy, bajo cielos de nubes indivisas

creando la sombra para el nuevo amor,

azotado por el viento y acariciando la luna

aquí estoy,

persiguiendo los tatuajes que mi piel atesora.

Sigo aquí, con las ramas atravesadas

por los versos que dan savia a mi vida,

poblado de golondrinas ligeras de equipaje

que anidan en los huesos de mi poesía.

Aquí estoy, esperando una respuesta de la tierra,

una densa lágrima que me alimente.

No deseo un beso que distraiga el camino

hasta la corola de nuestras bocas,

no deseo que la aurora mienta en tus ojos

donde se esculpe la figura del universo.

Quiero amanecer caminando por tus labios

hasta alcanzar la marea alta,

recorrer tu cuerpo,

         beberme toda su orografía,

saciar en sus calles de piel empinadas

el apetito voraz que envenena mis noches.

No quiero un beso compartido con el viento

que pueble otras bocas, otros dientes,

ya no volverán los ojos a mirar

las sílabas que componen mi cadáver,

ya no volverán,

         serán ceniza sus rimas,

                   nuestros besos,

                            nuestras bocas,

                            nuestro amor constante.

SOLAMENTE PALABRAS

Tengo miedo de tus lunas salvajes

acechando en el cielo negro de las despedidas,

de tu sangre en cuarto menguante,

de la hora, absurda manecilla de sueños,

enquistada en las papilas de tu dulce nombre.

Tengo rosas venéreas que me clavan en tu cruz

traspasando con sus clavos-espinas la mirada,

acribillando mi cuerpo con palabras rotas,

cercenando con el filo de sus pétalos

el viejo cuello de la voz que ladra.

Tengo la garganta dilatada hacia el mar,

repleta de versos que amanecen cada día,

rugiendo con el estruendo de una tormenta

contra los acantilados amarillos del olvido,

ellos me cantan la libertad del amor

escondiendo sus sílabas por las esquinas.

Tengo mis versos, que seguirán heridos en el alma,

dejando su herencia arrodillada en las madrugadas,

pero no son nada más que palabras desangradas

que susurra mi boca si tú me faltas.

 

sombrero33

 

LA LUZ DE TUS OJOS

La luz de tus ojos camino de estrellas
castiga con furia la oscuridad de mis palabras,
y los versos desnudos de mis manos
no sirven para cubrir el poema.

Hay furtivas voces que recitan,
fatigados labios que riman con esperanza,
con melancolía,
con tristeza,
y los contornos enamorados de las hojas
se pudrirán sin sentir el roce de tu boca.

Tengo suficiente amor engastado en los huesos
para cargar la soledad de tus brazos,
para aliviar el dolor de los látigos
que feroces cantan la última esperanza.

La luz de tus ojos camino de estrellas
tiene espadas que cortan los sueños,
y dejan marcas perennes
en la vena acuchillada de mi verso.

sombrero32

 
CADA VERSO

Cada verso que siembro
se me muere en las palabras
como flores de sal marchitas.

Cada verso que esparzo
en el erial salvaje de tu cuerpo,
cada frase que construyo
en el astillero de tus ojos marítimos,
cada verbo que conjugo
en la cala remota de tus piernas,
cada interrogante que cuelgo
en el ábside pleno de tus senos,
todos están soñados, creados para el espacio
entre nuestros dos universos,
para cruzar el vacío que existe
entre tu boca y mis labios,
espacio que no puede llenar tu ausencia,
ese líquido silencio de las mañanas.

Cada verso que te escribo
se me muere de amor
en la comisura de la boca.

 

 

sombrero31

 

LA NOCHE

La noche, ese tiempo donde soy
un hombre con el traje perforado de soledad,
donde busco incansable la magia de tu boca,
y solo encuentro el rostro de la luna, mudo testigo,
astro abandonado en el perdido sueño del poeta.

La noche siempre me escribe lentos atardeceres,
a dentelladas, encierra la luz entre las nubes
ocultando en ellas su otro nombre. Oscuridad.

Las sombras me visten con tu desnudo recuerdo
de mujer acurrucada en mis sueños,
y en las calles me esperan todos los besos olvidados.

Todavía tengo promesas que cumplir
aparcadas en las plazas azules del otoño,
en ese tiempo que dilata
la noctumbre en la que habito,
cuando el día despierta el color de los cristales,
y la noche comienza a perder todas sus luces.

 

sombrero30

 

EN EL LÍMITE DE LA GARGANTA

El polvo de mi memoria
consume los calcinados recuerdos,
palabras que el viento de mi voz
adorna en la intemperie del olvido.

Estoy habitado por la costumbre furtiva de ti,
por esa doble luna que se oculta
en el horizonte azabache de tus ojos.
Los amuletos golpean mi torso,
repiten tu nombre de enfermedad impía,
las arterias se cansan de consolar al corazón,
reniegan de su sangre con un llanto,
ahogan la voz en el principio de la boca.

Quiero cantar los verbos más altos de la hermosura,
rememorar los tatuajes
en el roce fugaz de nuestros cuerpos,
reconciliarme con el verso,
incinerarme con el mientras muere,
una vez más,
en el límite de la garganta.

 

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AMO

Amo a esa mujer de secretos atardeceres,
que resbala por mi piel
dilatando las sombras,
que con la mirada esconde
conversaciones en mi boca,
monólogos en el corazón.

La amo por ser la guardiana
de los vientos que envuelven al cielo,
mientras despliego las alas y vuelo
en la comisura de sus labios.

Cuanto la amo,
desde la infancia de los besos
hasta el eclipse total de los espejos.

La amo con rabia,
con dulzura,
con ansia,
como si el tiempo de mi lengua
estuviera a punto de caducar.

La amo,
desde las almohadas sonámbulas,
desde mis sueños incinerados de luna.

Amo a esa mujer tejida de flores blancas,
empapada de ritos milenarios,
que no ha roto todavía
la última queja de mi corazón.

 

sombrero28

 

ME DUELE

Derramo mis noches en las calles
empedradas de tu ausencia,
donde la marea deja
espumas de tu alma,
me duele la estación sin fin,
hambrienta,
me duele tanto quererte.

Me duele tu beso perdido,
tu caricia casi olvidada,
me duele el bello canto de tu cuerpo,
acordes de blues y magia,
infinita canción que mide la vida,
eterno sonido que me acompaña.

Me duele tanto no ser tu mirada,
transparente hechizo,
condena sagrada,
ala rota que sangra el poema.