CEMENTERIOS DE ALQUITRÁN
Un gris de ceniza sustraigo a mis ojos en la ciudad,
que buscan el azul añil de matices plateados,
silbidos, papeles amarillos y blancos,
para sacudir en el negro patente de la noche
los destellos ambarinos y rojos que atesoran tus labios.
Pero todo se convierte en verde, en el color
de pasear despreocupado detrás de las líneas blancas,
en el color que forma los círculos de espejos
para encerrar todas las voces de alcohol,
todos los llantos de niños inconformes
que perforan mis oídos con su lenguaje,
todo se vuelve sonido hostil
como el ladrido de un perro solitario
que no ha seguido a su dueño en la muerte.
Los balcones saturados de nieve ya no me gritan,
ni las flores me piden lágrimas cada hora,
tal vez solo sea una esperanza siempre eterna.
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